Próximo perfil: Luis Vega.
Paula fue siempre una niña muy callada y tranquila, pero por algún motivo eso la hacía blanco de todas las bromas y burlas del Colegio Básico donde estudió. Ella perdió ese silencio que la caracterizaba a medida que transcurrieron los años y dio paso a una Paula muy alegre y comunicativa en la Enseñanza Media, pero no dejaron de molestarla. No era su personalidad calmada lo que producía esas burlas, era otra cosa.
Estaba aparentando, mostraba una faceta muy alegre y despreocupada por las cosas, pero en realidad estaba sufriendo, se estaba cansando por las burlas… ¿pero por qué la molestaban?
Sujeto 1: ¡Mira! ¡Ahí va la niña imán!
Sujeto 2: ¡Sí! ¡IMÁN DE COSAS RARAS!
Paula: ¿Algún problema con las cosas que pasan cerca de mí? (Ella había aprendido a usar estas burlas a su favor). Déjenme tranquila o si no llamo a los fantasmas para que les tiren cosas… ¡o tal vez los arrojen a ustedes mismos! ¡Mwajaja!
Sujeto 1: Sí, claro… ver para creer.
Sujeto 2 en voz baja: Oye, cuidado, que es verdad.Paula: ¿Quieres ver? ¿En serio quieres ver?
Sujeto 1: Claro, no te crees tanto con tus famosos fantasmas.
Sujeto 2: No, olvídalo, yo me voy.Sujeto 1: ¿Tienes miedo de esta mentirosa?
Paula: Mentirosa dices, bueno, si tu amigo no quiere, mejor me largo, no perderé tiempo con basura como ustedes dos.
Sujeto 1: ¿Basura nosotros? Tú eres la que está huyendo.
Paula: Creo que el que está huyendo es el pollito que estaba al lado tuyo, pero ya se fue ¡qué lastima!
Sujeto 1: ¡Oye, espera! ¡No me dejes sólo con esta cosa!
Sujeto 2 desde lejos: ¿Esperar para ver cómo nos cae algo encima? No, gracias, adiós (se fue doblando una esquina).
Paula: Veamos si eres tan machito estando solo…
Sujeto 1 acercándose a ella: Claro, claro que lo soy…
Paula: Mantén distancia, no quiero tener cerca a una pestilencia como tú…
Sujeto 1: ¿No serás tú la que tiene miedo? (la acorrala contra la pared).
Paula: Aléjate, no me toques, escoria.
Sujeto 1: Tranquila, no te voy a hacer nada que no quieras… o al menos que no te guste (comenzó a acercar su rostro al de ella).
Paula: ¡Aléjate! (Movió la cabeza y vio al otro sujeto grabando). ¡Basta! (la cámara se movió como por si sola y golpeó al muchacho que la tenía en la cabeza. Luego la cámara voló a la cabeza del que tenía a Paula sujeta, ambos cayeron inconscientes. Después la máquina filmadora se destruyó en el aire). ¡Basta, basta! Al menos sé controlar esto…
La pelinegra esperó a que los dos muchachos despertaran para amenazarlos, al menos así se aseguraría que no correrían el rumor o que la dejarían tranquila, al menos ellos dos.
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Desde pequeña, cada vez que estaba enojada o triste cosas extrañas pasaban a su alrededor, las cosas volaban, se rompían, golpeaban a la gente, la gente caía al suelo por desmayos sin sentido, entre otros.
Ella descubrió que las cosas que ocurrían las provocaba ella, cuando se dio cuenta que las cosas se movían por una especie de humo negro que se extendía desde su cuerpo, desde ese entonces comenzó a controlarlos, junto con sus emociones, se mostraba alegre, pero en realidad era muy fría, muy calculadora, muy apartada de todos; hasta que conoció a un muchacho en su último año que pasó en la Enseñanza Media, era alguien agradable, no la molestaba, de hecho, la protegía, las cosas eran perfectas para ella, al menos en público. Él la maltrataba, la insultaba, pero a ella no le importaba, era la única persona que se había acercado a ella, la única persona con la que podía estar sin temor a ser rechazada. Cierto día ella lo invitó a su departamento, pasarían una noche juntos, estarían en paz, sólo los dos, nadie que los moleste en su felicidad.
Estaban abrazados sobre la cama, cuando de pronto suena el timbre, ninguno de los dos se movió y extrañamente el timbre dejó de sonar.
Sujeto 1: ¿Qué fue eso?
Paula: Seguramente se aburrieron de esperar y se fueron, despreocúpate.
Sujeto 1: Bueno... Tengo calor…
Paula: Espera, te traigo un vaso (se levantó y fue a la cocina) ¿Qué quieres? (le dijo mientras sacaba dos vasos de la estantería).
Sujeto 1: Jugo está bien, gracias (dijo y vio como se le caía un vaso a la muchacha) ¡Cuidado! (Pero no sonó el vaso al caer) ¿No se rompió?
Paula: No, descuida, es un vaso resistente (dijo ella y se agachó a recogerlo).
Sujeto 1: Te ayudo…
Paula: No, quédate allá, puedo sola.
Sujeto 1: Déjame, te ayudo (se levantó y llegó a la cocina, se sirvieron los refrescos y comieron un poco de galletas, volvieron a la cama con dos vasos de jugo. El vaso de él se resbaló y cayó al piso). ¿Qué es eso? ¿Por qué no llegó al piso? Y ese humo negro viene de…
Paula: Amor, tengo que contarte algo…
Sujeto 1: ¡Fenómeno! ¡Aléjate de mí! ¡Los demás tenían razón! ¡No debí haber apostado nada!
Paula: No me dejarás, no le dirás a nadie (el humo se intensificó hasta ser casi como una sombra).
Sujeto 1: Maldita… cómo no me di cuenta antes que eres una mutante… ¡No!… ¡Auxilio! (Gritaba el apuesto joven de cabellos castaños, tez pálida, ojos de un profundo café y de facciones bien definidas, muy similar a Johnny Depp).Paula: Soportar las burlas en el colegio y los maltratos de tu parte ¿crees que he podido tolerar eso este año? Así que acostarte conmigo por una apuesta ¡ja! (el humo se introducía rápidamente por el cuello de su víctima, él gritaba “perdón” pero ella no escuchaba nada, las sábanas estaban llenas de sangre, pero con un espesor especial de color negro; el rostro del joven había pasado a un tono agrio, al igual que su cuello y sus manos. El timbre sonaba en el departamento. Ella no esperaba visitas, se baja de la cama y camina con culpa hacia la puerta, llevaba un vestido negro con tirantes y el rostro sombrío por el homicidio que acababa de cometer). ¿Quién eres? (Intentó poner una sonrisa falsa en su rostro, demostraba cierto nerviosismo, pero sujetaba la manilla de la puerta para poder estar un poco más firme).Incógnito: Hola, soy Nicolás. Tú debes ser Paula Parada ¿me equivoco?Paula: En efecto, soy yo ¿qué ocurre? (Su voz entonces denotaba cierto nerviosismo).Nicolás: Tiene que venir conmigo… sí o sí.Paula: ¿Me quiere decir que me obligará? (Ahora con aires de cólera).
Nicolás: No lo digo, lo hago (el sujeto desconocido saca un aparato de su bolsillo y antes de que Paula pudiera reaccionar lo utiliza y se la lleva, inconsciente).
Melissa Dinamarca es una estudiante de Psicología, cursa el tercer año con 23 años. No es mala alumna, pero tampoco resalta asombrosamente. Vive sola en un departamento cercano a la Universidad, pues viene de otro lugar a estudiar en Concepción. Ella hace aproximadamente un año conoció a un muchacho llamado Alfredo Bonometti de 25 años, él actualmente cursa 4° año de la misma carrera, lo conoció buscando un libro en biblioteca.
Alfredo: ¡Hola!
Melissa algo desconcertada: ¿Ah? Hola…
Alfredo tratando de llamar la atención: Te he visto varias veces ¿qué libro buscas ahora? El año pasado me aburrieron con ellos ¡jeje!
Melissa lo miró girando un poco la cabeza: O sea ¿vas en 4° de psicología?
Alfredo: Exacto, dime el libro y te ayudo a buscarlo (le sonríe).
Melissa: No lo recuerdo, era un nombre de un psicoanalista raro…
Alfredo: A ver, si mal no recuerdo… (Revisa en el estante). Este no… este tampoco… ¿Este?
Melissa tomando el libro y lo lee: Mmm… ¡Sí! Muchas gracias (camina por entre los estantes).
Alfredo la sigue: ¿Te molestaría almorzar conmigo?
Melissa: Bueno, vamos.Entonces caminaron a los comedores, era una hora considerada para comer, aunque ella tuviese pensado usar ese tiempo para estudiar, no perdería mucho conversando con él.
Ocurrió todo lo contrario, resultó que tenían muchas cosas en común. Se llevaron bien, muy bien y a los pocos meses empezaron a salir, tenían una afinidad especial, de cierto modo.
Así progresó su relación, pasó un año y unos cuantos meses. Las cosas no iban mal, pero nada es perfecto. Ambos guardaban un secreto.
De pronto iban caminando por la calle y Alfredo iba a encender un cigarro, acostumbraba fumarse uno poco rato después de terminadas las clases en la Universidad. Melissa lo miró de reojo y se percató de algo muy extraño.
Melissa: ¿No usas encendedor?
Alfredo: ¿Recién te das cuenta? Desde que me di cuenta de… "esto" que no uso ni encendedor ni fósforos para nada.
Melissa: ¿Podías hacer eso y no me lo dijiste?
Alfredo: No lo creí necesario…
Melissa: ¡Qué no lo creíste necesario! ¡¿Acaso no confías en mí?!
Alfredo: Amor, si confío en ti, pero algo así no tiene mucha relevancia… supongo.
Melissa: Supones, supones, ese es tu problema, siempre supones ¿pero sabes? No siempre estás en lo cierto…
Alfredo: Lo siento, debí haberlo dicho…
Melissa: ¡Sí, debiste haberlo dicho! ¿Algo más que me quieras decir?
Alfredo: No… y por favor, cálmate nos están mirando…
Melissa: ¿Qué? ¿Tienes miedo que la gente nos mire? ¿Puede verte alguien acaso?
Alfredo: Amor, no, pero cálmate…
Melissa: ¡Me voy! No soporto, en este año hay muchas veces que tus suposiciones están mal, pero no te había dicho nada…
Alfredo: ¡Claro! ¡¿Ahora la culpa es toda mía?!
Melissa: ¡Tú fuiste quien me habló en la biblioteca! ¡Yo te tomé cariño rápido, pero siempre habían cosas que dejé pasar!
Alfredo: ¡Las pudiste haber dicho en su momento!
Melissa: ¡Pero no lo hice, porque esperaba que te dieras cuenta sólo! (Comenzaron a salir chispas desde las manos de ella).
Alfredo: ¡¿Con qué derecho me reclamas, tú también eres… eres anormal?! (Una especie de llama manó de los puños de él).
Melissa: ¡No lo hice porque tenía miedo! ¡Al menos no lo pensé egoístamente con un ‘no lo creí necesario’! (extendió su mano y le arrojó un rayo).
Alfredo: ¡¿Miedo?! ¡¿Miedo de qué?! ¡Ridícula! (Lanzó una llamarada contra la muchacha).
Y así, entre gritos fueron creciendo los ataques, detenidos en la Plaza de Armas, ambos perdieron totalmente la conciencia del lugar donde estaban y entre rayos y llamas quemaron los árboles, dañaron los edificios cercanos y decapitaron la estatua de la pileta. Hasta que llegaron unos sujetos a combatir contra ellos y lograron estabilizarlos.Cuando esas personas les explicaron a lo que se dedicaban aceptaron individualmente el quedarse, no deseaban hablarse.
Pasados unos días en la Academia las cosas se arreglaron, se dieron cuenta que viéndose todos los días tendrían que llevarse bien y que de verdad el guardar el secreto de sus habilidades no era lo mejor, pero ambos sintieron miedo, aunque Alfredo no quiso demostrarlo. Se sinceraron, todo se arregló.
Ella le contó que descubrió sus poderes, a sus 14 años, un día que perdió la paciencia con un radio que no funcionaba bien, entonces le arrojó un rayo sin querer. Sus padres le contaron que ella siempre hacía esas cosas, pero que al parecer no las recordaba o no se daba cuenta. Nadie había podido decirle cómo fue que desarrolló eso, nadie hasta que llegó a la Academia.
Por su parte, él los descubrió en un campamento de verano, cuando tenía casi 16 años, era una noche muy fría y no tenía cómo encender fuego, todos los demás estaban durmiendo en las carpas, él se había quedado para pensar en una discusión que tuvo con su madre antes de salir de campamento. Ya no soportaba el frío, pero no quería entrar a esa estúpida carpa, había también discutido con los que estaban ahí, estaba a punto de caer con hipotermia cuando una llamarada emergió en los troncos; asombrado e imaginando que había sido él, extendió sus manos hacia las flamas y éstas subieron de intensidad. Apenas llegó a la casa solucionó los problemas con su madre y le contó lo sucedido, pues confiaba mucho en ella y ella le aclaró que era una capacidad que todos los de su familia tenían, cosa que le confirmaron en la Academia.
“Sus habilidades son producidas por cambios anímicos, aunque pueden controlarlas. Son alteraciones genéticas de dudosa procedencia, ya sea hereditaria o desarrollada por algún suceso extraño en su vida o por algo que haya hecho su madre cuando aún los gestaba”.
Él siempre fue un chico alegre, dentro de su familia tenía buenas relaciones casi todo el tiempo y con casi todos, dentro de los establecimientos donde realizó sus estudios no podía quejarse, pese a que no se llevaba tan bien con la gente de esos lugares y siempre tuvo amigos a su alrededor, o al menos eso creía. Pero cuando terminó sus estudios de enseñanza media comenzaron los problemas…
José gritando: ¡Pero yo quiero estudiar Pedagogía en Inglés!
Padre con la misma intensidad: ¡No! ¡Yo te quiero ejerciendo la psicología!
José manteniendo la seguridad: ¡Padre! ¡Entiende! ¡Si no me gusta la carrera no estaré a gusto!
Padre tomándose las cosas con más calma: Sabes tan bien como yo que en la actualidad la Psicología da muchas ganancias…
José responde muy irritado: ¡SI NO ME QUIERES ESCUCHAR ME LARGO!
Entonces él se va de la habitación dejando a su madre, que había presenciado toda la discusión, devastada y a su padre atónito. Volvió a la casa al día siguiente, pero sólo fue para buscar sus pertenencias, había decidido ir a vivir con un amigo por un tiempo, lo ayudaría con los gastos del departamento mediante algún tipo de trabajo, cuando encontrara. Pero luego de dos semanas sin encontrar qué hacer hubo más problemas…
José: Te prometo que encontraré trabajo pronto (le dijo en un tono suplicante).
Amigo con su voz demostrando severidad: Lo lamento, no puedo seguir manteniéndote por más tiempo, me estás dejando en la banca rota, mañana mismo te vas de mi casa (se va).
Esa noche ordenó sus cosas y a la mañana siguiente se fue. Vagó por las calles todo el día hasta que llegó a un hotel de mala muerte y pasó ahí la noche, no se molestó en cambiarse de ropa ni nada.
Ya no le quedaba dinero y, a la mañana siguiente, le venían a cobrar la estancia de la noche, así escuchaba en los otros cuartos. Dentro de su desesperación tomó sus cosas y se dispuso a salir de la habitación apresuradamente, pero justo en aquel momento se abrió la puerta. José quedó anonadado, pues la mujer que venía a cobrarle no le vio, sólo abrió la puerta, hizo un gesto de extrañeza y se fue a la habitación contigua. José dejó caer sus maletas y fue rápidamente a verse al espejo roto que había en el lugar, se dio cuenta que no estaba. Poco a poco comenzó a aparecer. Descubrió que podía hacerse invisible con sólo desearlo y al parecer, también las cosas que tocaba al momento de desaparecer.
Así comenzó todo, se hacía invisible para robar cantidades de dinero no muy grandes de diversos locales para pagar el arriendo de algún cuarto en hoteles de baja categoría. Pero el mayor problema fue cuando le tomó el gusto al asunto. Cada vez comenzó a robar mayores cantidades de dinero, a sacar sigilosamente joyas de los cuellos de las señoras desprevenidas, entrar a las tiendas para obtener alimentos, etcétera, etcétera…
Así obtenía ya cantidades de dinero considerables. Al cabo de unos pocos meses se consiguió el dinero para pagar un departamento. Empeñaba los objetos que hurtaba de la gente en sitios clandestinos para obtener ganancias. Gargantillas de oro, celulares, relojes muy caros, pulseras, productos de las vitrinas o estantes, todo lo que pudiera ser robado y reducido él lo tomaba con la ayuda de su habilidad.
También consiguió el dinero para costearse la carrera que él quería, estaba decidido a terminarla e ir al cabo de los años donde su padre para demostrarle cuan capaz es su hijo.
Así pasó un año completo, entre robos para conseguir dinero y estudios. La policía no lograba entender qué ocurría, pues al ser invisible no lo detectaban las cámaras y como utilizaba guantes al momento de hurtar no dejaba rastros de huellas dactilares, sus pasos eran dados con gran precisión, la cual aprendió en un período muy breve.
Entre calles, tiendas y hoteles estaba mientras ciertas personas lo espiaban, tenían maquinaria especial para ello. La policía estaba completamente enterada de esto y ayudaba en la búsqueda del sujeto. Dio una importante información a estos tipos que lo seguían, les dieron a conocer que un exitoso empresario se alojaría por unos días en un privilegiado hotel mientras realizaba su viaje de negocios por la zona, lo que lo convertía en una interesante presa.
Estaba, entonces, él acechando en los alrededores del hotel cuando alguien le habla por la espalda.
Sujeto: ¿Señor Casanueva?
José: ¿Có-… cómo me vio? (preguntó bastante asombrado).
Sujeto: Eso no viene al caso, venga conmigo (y usando un extraño aparato que extrajo de su bolsillo lo deja inconsciente al sólo momento de tocarlo).
Así fue como en un solo año la vida de una persona puede cambiar de la alegría a la miseria y luego a la confusión casi total…
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